Emociones en verano
Como cada semana, he tenido la suerte de participar en la radio para hablar de cómo la psicología se cuela en nuestra vida cotidiana. Agradezco profundamente poder colaborar con este espacio de forma desinteresada, porque para mí es un placer compartir herramientas que puedan hacernos sentir un poco mejor. Es un regalo poder llevar un trocito de reflexión a tod@s vosotr@s desde las ondas.
Hoy quiero traeros al blog una reflexión muy ligada a la época del año que estamos viviendo: ¿cómo nos afecta el calor a nivel emocional? Porque sí, las altas temperaturas no solo se sienten en la piel, también se filtran hasta nuestras emociones.
Cuando llega una ola de calor (cada vez más frecuentes y tempranas), parece que algo dentro se recalienta también. El cuerpo se fatiga más rápido, dormimos peor, nos cuesta concentrarnos, y todo eso repercute en nuestro estado de ánimo. Nos sentimos más irritables, más sensibles y con menos tolerancia en las relaciones cotidianas.
El calor no solo se combate con aire acondicionado. También tenemos que trabajar desde dentro. Una clave es escuchar el cuerpo: si está pidiendo descanso, sombra o agua fresca, hay que dárselo. Otra es no tomar decisiones importantes en momentos de agobio. Y quizás la más poderosa: conectar con recuerdos agradables que nos aporten calma. Yo lo practico. En un viaje en pleno agosto sin aire acondicionado, recordé la sensación de flotar en la piscina… y ese frescor mental me ayudó a sobrellevar el calor físico.
Además, practicar el agradecimiento, aunque suene sencillo, puede marcar la diferencia. Dar las gracias por estar en nuestra casa tranquilos, por tener acceso al descanso o simplemente por estar bien. A veces olvidamos que eso ya es mucho.
La clave no es resistir el calor con los dientes apretados, sino tolerarlo sin pelearnos con él. Igual que con las emociones: si luchamos contra lo que sentimos, todo se intensifica. Pero si lo aceptamos, lo dejamos estar y lo atravesamos… todo se vuelve más llevadero.
Este verano, dale espacio a tu cuerpo, a tu mente y a tus emociones. Respira, hidrátate, busca el frescor —por fuera y por dentro— y no olvides que tú también puedes ser tu sombra emocional en días de mucho sol.
Con cariño,
María Jesús Crespo
Psicóloga y Sexóloga