El primer espejo del alma
Hoy quiero compartir una reflexión que nace de un espacio muy especial: el micrófono de la radio. Es un privilegio poder colaborar desinteresadamente en ese formato tan cercano, que me permite llegar a much@s de vosotr@s desde la palabra viva. Agradezco de corazón tener la oportunidad de ofrecer un trocito de mi trabajo y pensamiento en ese canal, y de seguir tendiendo puentes para la salud emocional.
Y hoy ese puente nos lleva a un lugar profundo: la familia. Esa palabra que tod@s conocemos bien, y que encierra un mundo de significados, emociones, heridas y gratitudes. ¿Qué es para ti la familia? Para mí, es el primer espejo del alma.
La familia es muchas cosas a la vez: puede ser nido y puede ser tormenta. Puede cobijar, pero también herir. No todas las familias son refugio, y sin embargo, tod@s venimos de una. Por eso, hablar de la familia es, en el fondo, hablar de nosotr@s mism@s.
Algun@s crecimos en cunas cálidas, otr@s aprendimos a sobrevivir desde la carencia. Pero en ambos casos, hay algo que nos marca, que nos acompaña, que nos enseña —incluso aunque ya no esté. Y a veces, cuando el vínculo con la familia de sangre no fue nutridor, elegimos crear la nuestra: con parejas, hij@s, amig@s, tribus que sostenemos y que nos sostienen.
Es importante reconocer que incluso dentro del amor, puede haber control, sacrificio excesivo, o ausencia emocional. A veces, una madre que lo da todo sin dejarse espacio a sí misma, deja en sus hij@s la sensación de culpa si eligen otro camino. A veces, un padre que estuvo físicamente, pero emocionalmente ausente, deja un vacío difícil de nombrar. Hablar de estas heridas no es traicionar a nadie; es mirarlas con ternura, con honestidad, sin juicio. Sanar es agradecer lo que sí hubo, pero también soltar lo que ya no necesitamos cargar.
Y sanar no es justificar. Es entender que lo que nos dolió no fue nuestra culpa. Es dejar de repetir patrones, es poner límites, es cuidarnos, es elegirnos. Porque sí, se puede reconstruir, con amor, a nuestro modo y a nuestro ritmo.
Hoy, Día Internacional de la Familia, quiero invitarte a que te preguntes:
¿Qué parte de tu familia vive en ti? ¿Y cuál ya no necesitas seguir cargando?
Porque la familia, a veces, también se elige. Y el mayor acto de amor puede ser soltar, para poder abrazar(nos) mejor.
Con gratitud,
María Jesús Crespo
Psicóloga y Sexóloga