Hablar claro para vivir mejor
Quiero empezar esta publicación agradeciendo sinceramente la oportunidad de seguir colaborando con la radio local, un espacio en el que, de forma totalmente desinteresada, se me brinda voz para acercar temas tan importantes como la salud mental y sexual a tod@s vosotr@s. Poder compartir conocimiento y abrir espacios de reflexión libremente es un regalo. ¡Gracias por hacerlo posible!
Hoy quiero hablaros de salud sexual, un aspecto esencial de nuestro bienestar general que, sin embargo, sigue siendo silenciado o relegado en muchos entornos. A veces nos cuesta verlo como lo que realmente es: una parte integral de nuestra salud física, emocional y social. La sexualidad no es solo una cuestión privada o íntima: forma parte de nuestra identidad, nuestras relaciones y nuestra forma de vivirnos como personas.
La educación sexual es clave. Nos proporciona herramientas para tomar decisiones, comprender nuestro cuerpo, relacionarnos de forma sana, practicar el consentimiento y entender que hay tantas formas de vivir la sexualidad como personas existen. Y sí, también nos ayuda a prevenir enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados o a identificar situaciones de abuso. Pero sobre todo, la educación sexual genera bienestar.
Desde la consulta, observo cómo la falta de información, el estigma o los mensajes erróneos aprendidos desde la infancia siguen dificultando una vivencia libre y positiva de la sexualidad. Muchas personas llegan sintiendo vergüenza, desconectadas de su propio deseo, atrapadas en rutinas sexuales insatisfactorias o inseguras frente a su orientación o identidad.
Y es que no hablamos suficiente de placer, de consentimiento, de comunicación o de la diversidad. Tampoco nos enseñan a adaptarnos a los cambios que el cuerpo y la vida nos presentan. No es lo mismo vivir la sexualidad a los 25 que a los 50, ¡y ambas etapas pueden ser igual de enriquecedoras si nos damos el permiso de explorarlas sin juicios!
Además, no podemos ignorar el impacto de la tecnología y el consumo de pornografía en edades tempranas. Muchos adolescentes aprenden sobre sexualidad desde la ficción y no desde la realidad, lo que genera una gran desconexión emocional y expectativas poco realistas. Por eso, es urgente hablar claro, educar sin tabúes y ofrecer referentes seguros.
En definitiva, cuidar nuestra salud sexual es cuidar nuestra calidad de vida. Y para eso necesitamos más diálogo, más información y menos culpa. Porque la sexualidad es mucho más que sexo: es autoestima, es comunicación, es respeto… es bienestar.