Un apagón que nos iluminó por dentro
Quiero comenzar este post con unas palabras de gratitud. Colaborar con la radio de forma voluntaria me llena el corazón. Poder compartir reflexiones y conocimientos, sin más pretensión que la de aportar algo de luz (paradójicamente), es para mí un regalo. Gracias por abrirme ese espacio y confiar en mi voz como profesional y como persona.
El otro día vivimos algo tan simple y tan complejo a la vez como un apagón. De pronto, sin previo aviso, todo se detuvo. Yo estaba en una consulta médica cuando empezó: una señora comentó que el ascensor no funcionaba y, al poco, mi hijo me escribió preocupado desde Madrid. A los minutos, nada funcionaba. Pantallas apagadas, semáforos sin luz, negocios paralizados… Y un extraño silencio cubriendo las calles.
Enseguida lo sentí: ¿qué está pasando? ¿Estamos bien? ¿Dónde está mi gente? Esa necesidad instintiva de conexión, de saber, de tenerlo todo bajo control. Y lo cierto es que no podíamos hacer nada. Nos enfrentamos a lo que en psicología llamamos “interrupciones abruptas del cotidiano”, momentos en que el cerebro entra en alerta, como si quisiera protegernos ante lo desconocido.
Y sin embargo, también ocurrió algo precioso: la pausa. El apagón nos obligó a parar, a mirar alrededor, a escuchar. A reflexionar. Vi a personas salir a la calle, mirar a otras, buscar consuelo en una mirada o una palabra. Nos sentimos vulnerables, sí, pero también nos encontramos.
El apagón nos recordó lo dependientes que somos de la tecnología, pero también nos enseñó que, incluso sin wifi, sin hornos, sin móviles… seguimos siendo tribu. Personas que se ayudan, que comparten velas, gas, palabras y compañía. Incluso hubo quien rescató juegos de mesa y quien, como yo, vivió la noche a la luz de una vela, con juegos y conversación.
No todas las personas lo vivieron igual, claro. Para algunas fue una anécdota; para otras, una experiencia angustiante, atrapadas en ascensores o desconectadas de aparatos médicos vitales. Y esto también hay que decirlo: no todos los cuerpos ni todas las situaciones tienen la misma resiliencia.
La experiencia nos dejó una lección: la luz puede apagarse fuera, pero la que encendemos dentro al conectar con l@s demás es difícil de extinguir. Y esa, al final, es la que realmente necesitamos cuidar.