¿Por qué nos atrae lo que nos asusta?
Como psicóloga y sexóloga, a menudo me pregunto por qué experimentamos una fascinación tan poderosa por el miedo, especialmente en fechas como Halloween, cuando lo macabro se convierte en entretenimiento. El miedo, esa emoción que biológicamente debería alejarnos del peligro, parece también tener el poder de atraer a much@s de nosotr@s hacia actividades como las películas de terror, las casas embrujadas y hasta las montañas rusas. Pero ¿qué hay detrás de esta atracción por el miedo? Hoy, quiero ahondar en lo que nos lleva a buscar y disfrutar de estos momentos de tensión controlada y, en última instancia, cómo el miedo puede ser una herramienta para el autoconocimiento.
La adrenalina, una emoción que engancha
En primer lugar, desde un punto de vista biológico, el miedo activa el sistema de respuesta ante el peligro. Cuando sentimos miedo, se desencadena en nuestro cuerpo un «subidón» de adrenalina, lo cual nos genera excitación. Esto es algo que conocemos muy bien: el cuerpo se pone en alerta y concentra toda la energía en prepararse para una posible «lucha o huida». Nos sentimos despiert@s, list@s para responder ante cualquier amenaza. Sin embargo, cuando sabemos que estamos en un entorno controlado, como en una casa del terror o al ver una película de miedo, nuestro cerebro puede disfrutar de esta adrenalina sin la carga de un peligro real. Esta tensión sin riesgo se convierte en un juego psicológico en el que satisfacemos la curiosidad y la emoción en una experiencia “segura”.
La curiosidad por lo desconocido
El miedo está profundamente relacionado con lo desconocido, y como especie somos curios@s por naturaleza. Todo aquello que no comprendemos, como lo sobrenatural, lo inexplicable o lo paranormal, nos despierta una mezcla de atracción y temor. Las temáticas de espíritus, brujas y criaturas místicas tocan estas fibras de lo inexplicable y nos atraen precisamente por esa incapacidad de controlarlas o entenderlas del todo.
La seguridad en la compañía
Halloween también nos brinda una excusa perfecta para conectar con l@s demás. La experiencia compartida del miedo —abrazos repentinos, risas nerviosas y el sentimiento de «sobrevivir» a una casa del terror junt@s— genera lazos, empatía y un sentido de pertenencia. Nos sentimos parte de un grupo que comparte y enfrenta las mismas emociones intensas, lo que fortalece nuestras relaciones y nos hace sentir menos vulnerables.
Enfrentarnos a nuestros miedos, una herramienta de crecimiento
Finalmente, cabe destacar el valor que tiene enfrentarnos a nuestros propios temores. Cuando nos exponemos a lo que nos asusta, estamos poniendo a prueba nuestra valentía y nuestra capacidad de manejar la ansiedad. Esta exposición nos permite darnos cuenta de que, a menudo, el miedo es más grande en nuestra mente que en la realidad, y enfrentarlo nos ayuda a superarlo. Además, el miedo nos recuerda nuestra humanidad, nuestra vulnerabilidad y nos conecta con una parte de nosotr@s que, al ser superada, nos hace sentir más fuertes.
Entonces, la próxima vez que sientas un escalofrío mientras exploras una actividad «terrorífica» en Halloween o en cualquier otro contexto, recuerda que estás en contacto con una de las emociones más antiguas y fundamentales de la naturaleza humana. ¡Disfruta la adrenalina y celebra el miedo seguro!