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La Gratitud

Un puente hacia nuestro bienestar emocional

Hoy quiero hablaros de algo tan sencillo como poderoso: la gratitud. Esa emoción que a veces damos por hecha, pero que tiene la capacidad de transformar nuestra mirada sobre la vida. En estos meses, he tenido el privilegio de compartir reflexiones en un espacio de radio que me ha abierto sus puertas de forma desinteresada, un gesto que agradezco profundamente. Poder colaborar desde el corazón, sin más pretensión que aportar bienestar, ha sido para mí un regalo que valoro cada día.

La gratitud no es una moda ni una frase de agenda. Es una actitud que se entrena y se cultiva, como los músculos del cuerpo o la calma de la mente. No niega el dolor, pero lo suaviza. Nos recuerda lo que sí funciona, lo que sí está presente, lo que nos sostiene.

Cuando agradecemos sinceramente —sin buscar el aplauso ni la recompensa— estamos reconociendo lo valioso, por pequeño que parezca. Una conversación con alguien que queremos, una canción que nos calma, el aire fresco en la cara, ese café calentito que nos acompaña por la mañana… Todo cuenta.

Desde la psicología sabemos que practicar la gratitud mejora el estado de ánimo, fortalece las relaciones, reduce el estrés y hasta mejora el sueño. Pero no se trata solo de saberlo. Se trata de vivirlo.

Hoy te propongo un pequeño ejercicio: haz una pausa. Cierra los ojos, respira hondo y piensa en una sola cosa por la que hoy puedas dar las gracias. Solo una. Si te apetece, escribe tres cada noche antes de dormir. No importa si parecen simples. Lo pequeño también importa. Lo pequeño construye.

La gratitud no exige, no se impone. Solo se siente y se expresa desde el corazón. Por eso, gracias por estar al otro lado. Gracias por leerme, por escucharme, por reflexionar conmigo. Porque cada gesto, cada intercambio sincero, alimenta ese puente invisible que nos conecta como seres humanos.

💛 Con gratitud,

María Jesús Crespo
Psicóloga y sexóloga

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Sobre Salud Sexual

Hablar claro para vivir mejor

Quiero empezar esta publicación agradeciendo sinceramente la oportunidad de seguir colaborando con la radio local, un espacio en el que, de forma totalmente desinteresada, se me brinda voz para acercar temas tan importantes como la salud mental y sexual a tod@s vosotr@s. Poder compartir conocimiento y abrir espacios de reflexión libremente es un regalo. ¡Gracias por hacerlo posible!

Hoy quiero hablaros de salud sexual, un aspecto esencial de nuestro bienestar general que, sin embargo, sigue siendo silenciado o relegado en muchos entornos. A veces nos cuesta verlo como lo que realmente es: una parte integral de nuestra salud física, emocional y social. La sexualidad no es solo una cuestión privada o íntima: forma parte de nuestra identidad, nuestras relaciones y nuestra forma de vivirnos como personas.

La educación sexual es clave. Nos proporciona herramientas para tomar decisiones, comprender nuestro cuerpo, relacionarnos de forma sana, practicar el consentimiento y entender que hay tantas formas de vivir la sexualidad como personas existen. Y sí, también nos ayuda a prevenir enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados o a identificar situaciones de abuso. Pero sobre todo, la educación sexual genera bienestar.

Desde la consulta, observo cómo la falta de información, el estigma o los mensajes erróneos aprendidos desde la infancia siguen dificultando una vivencia libre y positiva de la sexualidad. Muchas personas llegan sintiendo vergüenza, desconectadas de su propio deseo, atrapadas en rutinas sexuales insatisfactorias o inseguras frente a su orientación o identidad.

Y es que no hablamos suficiente de placer, de consentimiento, de comunicación o de la diversidad. Tampoco nos enseñan a adaptarnos a los cambios que el cuerpo y la vida nos presentan. No es lo mismo vivir la sexualidad a los 25 que a los 50, ¡y ambas etapas pueden ser igual de enriquecedoras si nos damos el permiso de explorarlas sin juicios!

Además, no podemos ignorar el impacto de la tecnología y el consumo de pornografía en edades tempranas. Muchos adolescentes aprenden sobre sexualidad desde la ficción y no desde la realidad, lo que genera una gran desconexión emocional y expectativas poco realistas. Por eso, es urgente hablar claro, educar sin tabúes y ofrecer referentes seguros.

En definitiva, cuidar nuestra salud sexual es cuidar nuestra calidad de vida. Y para eso necesitamos más diálogo, más información y menos culpa. Porque la sexualidad es mucho más que sexo: es autoestima, es comunicación, es respeto… es bienestar.

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Cuando el calor también sube por dentro

Emociones en verano

Como cada semana, he tenido la suerte de participar en la radio para hablar de cómo la psicología se cuela en nuestra vida cotidiana. Agradezco profundamente poder colaborar con este espacio de forma desinteresada, porque para mí es un placer compartir herramientas que puedan hacernos sentir un poco mejor. Es un regalo poder llevar un trocito de reflexión a tod@s vosotr@s desde las ondas.

Hoy quiero traeros al blog una reflexión muy ligada a la época del año que estamos viviendo: ¿cómo nos afecta el calor a nivel emocional? Porque sí, las altas temperaturas no solo se sienten en la piel, también se filtran hasta nuestras emociones.

Cuando llega una ola de calor (cada vez más frecuentes y tempranas), parece que algo dentro se recalienta también. El cuerpo se fatiga más rápido, dormimos peor, nos cuesta concentrarnos, y todo eso repercute en nuestro estado de ánimo. Nos sentimos más irritables, más sensibles y con menos tolerancia en las relaciones cotidianas.

El calor no solo se combate con aire acondicionado. También tenemos que trabajar desde dentro. Una clave es escuchar el cuerpo: si está pidiendo descanso, sombra o agua fresca, hay que dárselo. Otra es no tomar decisiones importantes en momentos de agobio. Y quizás la más poderosa: conectar con recuerdos agradables que nos aporten calma. Yo lo practico. En un viaje en pleno agosto sin aire acondicionado, recordé la sensación de flotar en la piscina… y ese frescor mental me ayudó a sobrellevar el calor físico.

Además, practicar el agradecimiento, aunque suene sencillo, puede marcar la diferencia. Dar las gracias por estar en nuestra casa tranquilos, por tener acceso al descanso o simplemente por estar bien. A veces olvidamos que eso ya es mucho.

La clave no es resistir el calor con los dientes apretados, sino tolerarlo sin pelearnos con él. Igual que con las emociones: si luchamos contra lo que sentimos, todo se intensifica. Pero si lo aceptamos, lo dejamos estar y lo atravesamos… todo se vuelve más llevadero.

Este verano, dale espacio a tu cuerpo, a tu mente y a tus emociones. Respira, hidrátate, busca el frescor —por fuera y por dentro— y no olvides que tú también puedes ser tu sombra emocional en días de mucho sol.

Con cariño,
María Jesús Crespo
Psicóloga y Sexóloga

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Entre el control y la confianza

Una danza constante

Quiero comenzar este post expresando mi más profundo agradecimiento por poder seguir compartiendo mis reflexiones en un espacio de radio que me permite hablar desde el alma y acompañar a quienes me escuchan cada semana. Es un verdadero regalo poder hacerlo de forma desinteresada, simplemente por el deseo sincero de sumar bienestar y conciencia a nuestra vida cotidiana.

Hoy quiero hablaros de algo que todas y todos vivimos, aunque no siempre pongamos palabras sobre ello: esa tensión entre el control y la confianza. Una danza vital que todos transitamos, a veces con armonía y otras a trompicones.

Desde pequeñ@s nos enseñan que controlar es sinónimo de éxito: planifica, estudia, organízate… Y sí, claro que organizarse también es una forma de cuidarse. Pero ¿qué ocurre cuando la vida interrumpe el guión? Cuando aparece una noticia inesperada, una pérdida, una ruptura o incluso un simple fallo técnico justo antes de una presentación importante.

Ahí es cuando nos damos cuenta de que no todo depende de nuestra voluntad. Y también ahí es donde empieza la verdadera sabiduría: en aprender a confiar.

Confiar no es resignarse, ni quedarse quiet@ esperando que la vida haga su magia. Es más bien sostener una fuerza interna —una especie de semilla invisible— que te impulsa hacia adelante aunque no veas el camino con claridad. Es saber que incluso si algo no sale como planeabas, tienes recursos internos para afrontarlo.

Vivimos en una sociedad que a veces nos exige certezas absolutas. Pero la vida real no es una línea recta, es más bien una coreografía viva donde planificar está bien, pero también hay que saber improvisar.

Confía en ti. Confía en tus capacidades. Y, sobre todo, confía en que cuando el viento cambia de dirección, puedes ajustar las velas y seguir avanzando. No es un camino fácil, pero es profundamente liberador.

Y si estás en un momento difícil, recuerda esto: baila. Aunque sea en casa, aunque sea en silencio. Baila con lo que hay.

Porque la vida, con sus curvas y sus pausas, también baila contigo.

Con cariño,
María Jesús Crespo
Psicóloga y Sexóloga

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Mujeres que sanan heridas

Construyendo paz desde lo invisible

Este 24 de mayo conmemoramos el Día Internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme, una fecha que me invita —como profesional y como mujer— a reflexionar profundamente sobre la fuerza transformadora del cuidado y la empatía.

Quiero comenzar dando las gracias de corazón por poder colaborar, de forma totalmente desinteresada, con un espacio de radio que me permite compartir voz y pensamiento. Es un regalo poder hablar desde lo humano, lo íntimo y lo social, con la esperanza de que estas palabras siembren algo en quien escucha.

La historia está llena de mujeres que han sido verdaderas arquitectas emocionales de la paz. Mujeres que han cuidado en medio de conflictos, que han sostenido la vida cuando todo parecía desmoronarse, que han sanado con su palabra, con su presencia, con sus gestos más pequeños. Desde espacios públicos, sí, pero también desde lo cotidiano: la cocina, una mirada, una escucha atenta, una red de apoyo entre amigas.

Desde la psicología de la paz, entendemos que esta no es solo la ausencia de guerra, sino un estado activo de construcción emocional, prevención de violencia, equidad y reparación. Y es en esa tarea donde tantas mujeres han estado presentes sin que su labor fuera reconocida como política, cuando en realidad lo es profundamente.

Cuidar no es un gesto débil: es un acto revolucionario de amor. Y en un mundo que a menudo celebra la fuerza como dominación, es hora de dar espacio y valor a otras formas de poder: al poder de consolar, de sostener, de sanar.

Recordar historias como la de Leymah Gbowee, la mujer que lideró una protesta pacífica de mujeres en Liberia y logró un acuerdo de paz tras 14 años de guerra, nos muestra que la resistencia también puede ser silenciosa y desarmada, pero profundamente efectiva.

Hoy quiero invitarte a que te hagas una pregunta:
¿Qué puedo hacer yo por la paz? ¿A quién sostengo, y quién me sostiene a mí? ¿Cómo puedo transformar mi enfado en palabra, y mi miedo en empatía?

Porque sí, la paz empieza dentro. Y cada gesto —por pequeño que sea— cuenta.

Con gratitud,
María Jesús Crespo
Psicóloga y Sexóloga

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El Significado de Familia

El primer espejo del alma

Hoy quiero compartir una reflexión que nace de un espacio muy especial: el micrófono de la radio. Es un privilegio poder colaborar desinteresadamente en ese formato tan cercano, que me permite llegar a much@s de vosotr@s desde la palabra viva. Agradezco de corazón tener la oportunidad de ofrecer un trocito de mi trabajo y pensamiento en ese canal, y de seguir tendiendo puentes para la salud emocional.

Y hoy ese puente nos lleva a un lugar profundo: la familia. Esa palabra que tod@s conocemos bien, y que encierra un mundo de significados, emociones, heridas y gratitudes. ¿Qué es para ti la familia? Para mí, es el primer espejo del alma.

La familia es muchas cosas a la vez: puede ser nido y puede ser tormenta. Puede cobijar, pero también herir. No todas las familias son refugio, y sin embargo, tod@s venimos de una. Por eso, hablar de la familia es, en el fondo, hablar de nosotr@s mism@s.

Algun@s crecimos en cunas cálidas, otr@s aprendimos a sobrevivir desde la carencia. Pero en ambos casos, hay algo que nos marca, que nos acompaña, que nos enseña —incluso aunque ya no esté. Y a veces, cuando el vínculo con la familia de sangre no fue nutridor, elegimos crear la nuestra: con parejas, hij@s, amig@s, tribus que sostenemos y que nos sostienen.

Es importante reconocer que incluso dentro del amor, puede haber control, sacrificio excesivo, o ausencia emocional. A veces, una madre que lo da todo sin dejarse espacio a sí misma, deja en sus hij@s la sensación de culpa si eligen otro camino. A veces, un padre que estuvo físicamente, pero emocionalmente ausente, deja un vacío difícil de nombrar. Hablar de estas heridas no es traicionar a nadie; es mirarlas con ternura, con honestidad, sin juicio. Sanar es agradecer lo que sí hubo, pero también soltar lo que ya no necesitamos cargar.

Y sanar no es justificar. Es entender que lo que nos dolió no fue nuestra culpa. Es dejar de repetir patrones, es poner límites, es cuidarnos, es elegirnos. Porque sí, se puede reconstruir, con amor, a nuestro modo y a nuestro ritmo.

Hoy, Día Internacional de la Familia, quiero invitarte a que te preguntes:

¿Qué parte de tu familia vive en ti? ¿Y cuál ya no necesitas seguir cargando?

Porque la familia, a veces, también se elige. Y el mayor acto de amor puede ser soltar, para poder abrazar(nos) mejor.

Con gratitud,
María Jesús Crespo
Psicóloga y Sexóloga

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Cuando se apaga la luz

Un apagón que nos iluminó por dentro

Quiero comenzar este post con unas palabras de gratitud. Colaborar con la radio de forma voluntaria me llena el corazón. Poder compartir reflexiones y conocimientos, sin más pretensión que la de aportar algo de luz (paradójicamente), es para mí un regalo. Gracias por abrirme ese espacio y confiar en mi voz como profesional y como persona.

El otro día vivimos algo tan simple y tan complejo a la vez como un apagón. De pronto, sin previo aviso, todo se detuvo. Yo estaba en una consulta médica cuando empezó: una señora comentó que el ascensor no funcionaba y, al poco, mi hijo me escribió preocupado desde Madrid. A los minutos, nada funcionaba. Pantallas apagadas, semáforos sin luz, negocios paralizados… Y un extraño silencio cubriendo las calles.

Enseguida lo sentí: ¿qué está pasando? ¿Estamos bien? ¿Dónde está mi gente? Esa necesidad instintiva de conexión, de saber, de tenerlo todo bajo control. Y lo cierto es que no podíamos hacer nada. Nos enfrentamos a lo que en psicología llamamos “interrupciones abruptas del cotidiano”, momentos en que el cerebro entra en alerta, como si quisiera protegernos ante lo desconocido.

Y sin embargo, también ocurrió algo precioso: la pausa. El apagón nos obligó a parar, a mirar alrededor, a escuchar. A reflexionar. Vi a personas salir a la calle, mirar a otras, buscar consuelo en una mirada o una palabra. Nos sentimos vulnerables, sí, pero también nos encontramos.

El apagón nos recordó lo dependientes que somos de la tecnología, pero también nos enseñó que, incluso sin wifi, sin hornos, sin móviles… seguimos siendo tribu. Personas que se ayudan, que comparten velas, gas, palabras y compañía. Incluso hubo quien rescató juegos de mesa y quien, como yo, vivió la noche a la luz de una vela, con juegos y conversación.

No todas las personas lo vivieron igual, claro. Para algunas fue una anécdota; para otras, una experiencia angustiante, atrapadas en ascensores o desconectadas de aparatos médicos vitales. Y esto también hay que decirlo: no todos los cuerpos ni todas las situaciones tienen la misma resiliencia.

La experiencia nos dejó una lección: la luz puede apagarse fuera, pero la que encendemos dentro al conectar con l@s demás es difícil de extinguir. Y esa, al final, es la que realmente necesitamos cuidar.

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Renacer en Primavera

Después del Silencio, el Brote

Hola, soy María Jesús Crespo, psicóloga y sexóloga, y hoy quiero invitarte a hacer una pausa. A mirar dentro. A dejar que la primavera —esta estación que tanto me gusta— nos inspire a florecer desde lo más profundo.

Después de los días de recogimiento y silencio que muchos vivimos en Semana Santa, llega ese momento del año en que la naturaleza se despereza. Los brotes asoman, la luz se alarga y la vida —casi sin pedir permiso— se vuelve a mover. Y nosotros, aunque no siempre lo notemos de inmediato, también cambiamos con las estaciones.

¿Qué necesitas soltar para dejar espacio a lo nuevo?

Primavera es renacimiento. Pero para florecer, antes hay que soltar. ¿Qué pensamientos, hábitos o emociones estás arrastrando y ya no te sirven?

En consulta lo veo a diario: personas aferradas al «no puedo», al «no merezco», al «ya no tengo edad». Y cuando por fin sueltan… ¡brotan! Porque soltar no es perder, es hacer espacio para lo verdadero.

Y sí, a veces soltar duele. A veces la vida nos obliga a hacerlo sin preguntar. Y duele. Pero también alivia. Y abre. Y limpia.

Hazle hueco a lo que sí quieres

Quiero proponerte algo: ¿y si esta primavera te das permiso para volver a desear? Para rescatar esa idea, ese proyecto, ese sueño que aparcaste por miedo, por cansancio, por no verte capaz. Como mi prima, que con 50 y tantos decidió sacarse la ESO y se va a Italia a vivir una nueva aventura. ¿Por qué no tú?

Tal vez sea el momento de recuperar esa voz que apagaste para encajar. De volver a escucharte y decir, con ternura y sin disfraz, lo que realmente sientes. Porque florecer no es perfección: es autenticidad.

El miedo no se va con fuerza, se disuelve con movimiento

No esperes a que desaparezca el miedo. No lo hará. El miedo no se vence luchando contra él, sino caminando con él. Dando un paso. Y luego otro. Porque lo perfecto no florece, lo verdadero sí.

Así que, querid@ lector@, esta primavera no la dejes pasar como una más. Pregúntate:
🌱 ¿Qué deseo guardado quiero regar hoy?
🌱 ¿Qué parte de mí necesita luz, movimiento, vida?

Y permítete brotar.

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La Felicidad

Un Camino de Construcción Diaria

La felicidad es un anhelo universal. Tod@s queremos ser felices, aunque muchas veces no sepamos cómo. Es un concepto tan amplio y subjetivo que cada persona lo experimenta de manera diferente. Pero, ¿qué significa realmente ser feliz?

Placer Instantáneo vs. Bienestar Duradero

Podemos diferenciar entre dos tipos de felicidad. Por un lado, está el placer momentáneo, esa alegría fugaz que sentimos al disfrutar de un postre delicioso, comprar algo que nos gusta o recibir un halago. Son momentos valiosos, pero pasajeros. Por otro lado, está el bienestar duradero, una felicidad más profunda que surge de tener un propósito, crecer personalmente y dar significado a nuestra vida.

La verdadera felicidad no solo depende de estímulos externos, sino de cómo vivimos y percibimos nuestra realidad. Cuanto más felices seamos, más impacto positivo tendremos en quienes nos rodean. Invertir en nuestra felicidad no es un lujo, sino una necesidad. Es una transformación que influye en nuestro bienestar y en nuestra comunidad.

¿Cómo Cultivar la Felicidad?

Existen diversas estrategias para nutrir nuestra felicidad de manera consciente y sostenible:

  • Practicar la gratitud: Focalizarnos en lo que tenemos en lugar de lo que nos falta genera bienestar. Un ejercicio útil es pensar en tres cosas por las que estamos agradecid@s cada noche antes de dormir. Con el tiempo, nos damos cuenta de la cantidad de cosas positivas que pasan desapercibidas en nuestro día a día.
  • Cuidar la salud mental y emocional: No significa estar bien todo el tiempo, sino aprender a gestionar nuestras emociones y pedir ayuda cuando lo necesitemos.
  • El poder del mindfulness: La felicidad está en el presente. Darnos un momento para respirar profundamente y conectar con nuestro cuerpo sin juzgar nos ayuda a salir del piloto automático y a ser más conscientes.
  • Establecer pequeñas metas alcanzables: Cada objetivo logrado genera satisfacción y refuerza nuestra autoestima, dándonos un sentido de propósito.
  • Ejercicio y relaciones saludables: La actividad física y rodearnos de personas positivas influyen directamente en nuestro estado de ánimo.
  • Autocuidado emocional: La felicidad no solo se basa en lo que hacemos por los demás, sino también en lo que hacemos por nosotr@s mism@s. Tomarnos tiempo para descansar y relajarnos es fundamental.

Mitos Sobre la Felicidad

A menudo, caemos en creencias erróneas sobre la felicidad:

  • “Tener más dinero me hará más feliz.” Si bien el dinero ayuda a cubrir necesidades básicas y aporta comodidad, no es un factor determinante para la felicidad a largo plazo.
  • “Ser feliz es estar siempre alegre.” No. La felicidad no significa eliminar emociones como la tristeza, el enojo o el miedo, sino aprender a gestionarlas.
  • “El éxito me traerá felicidad.” Creemos que alcanzar ciertas metas como el trabajo soñado, casarnos o comprar una casa nos hará felices automáticamente. Sin embargo, la felicidad no está en un destino, sino en el proceso.

Para acabar…

La felicidad no es un punto de llegada, sino un camino de construcción diaria. A través de pequeñas acciones, podemos cultivarla y hacer de nuestra vida un viaje más pleno y significativo. ¿Y tú, qué haces hoy por tu felicidad?

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Duele Ser Mujer

Un acto de resistencia y equilibrio para avanzar

Ser mujer hoy es un constante equilibrio entre lo conquistado y lo que falta por lograr. Es mirar hacia adelante con la satisfacción de los avances, pero también con la incertidumbre de todo lo que aún pesa sobre nosotras. Es una lucha diaria entre la exigencia y la libertad, entre lo que se espera de nosotr@s y lo que realmente queremos ser.

Desde pequeñas nos han inculcado la idea de que “para estar guapas hay que sufrir”. Lo decían nuestras abuelas mientras nos peinaban con tirones de cepillo, y lo seguimos sintiendo hoy en día de muchas maneras. Nos dicen que debemos ser fuertes, pero sin perder nuestra dulzura; que debemos ser exitosas, pero sin descuidar el hogar; que debemos ser independientes, pero sin dejar de ser deseables. Nos presionan con la belleza, con la maternidad, con el trabajo, con la edad.

Y duele.

Duele darnos cuenta de que nos han enseñado a normalizar el sufrimiento, a soportarlo en silencio. Duele la culpa que nos persigue: la de no ser la madre perfecta, la esposa ideal, la profesional impecable. Duele la violencia sutil, las bromas disfrazadas de cariño, los juicios constantes sobre nuestro cuerpo. Duele saber que, incluso en una sociedad que dice haber avanzado, seguimos sintiendo miedo al volver solas a casa por la noche.

Pero también, ser mujer es un acto de resistencia.

Porque, a pesar del dolor, encontramos maneras de sostenernos unas a otras. Construimos redes de apoyo, creamos espacios seguros donde compartir nuestras dudas, nuestras emociones, nuestras luchas. Aprendemos a reírnos de lo que nos pesa, a mirar con ojo crítico lo que antes dábamos por hecho. Nos damos cuenta de que lo que nos duele no es personal, sino social, y que el cambio no solo es posible, sino necesario.

Ser mujer es aprender a desafiar lo que nos impusieron. Es reconocer que no tenemos por qué cargar con todo. Es permitirnos sentir, enfadarnos, reírnos, soltar. Es entender que el feminismo no es una lucha contra los hombres, sino contra un sistema que también les hace daño a ellos. Porque también se les ha enseñado a reprimir su tristeza, a ocultar su vulnerabilidad, a medir su valía en función de lo que proveen.

Nos queda camino por recorrer, pero el hecho de reconocer todo esto ya es un paso enorme. Dejemos de normalizar el dolor y empecemos a vivir con más libertad y autocompasión. Nos lo merecemos.

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