Categorías
Tema Semanal

El carnaval y nuestras máscaras

Las máscaras diarias que nos ponemos

El carnaval es una de esas fechas mágicas donde nos permitimos jugar con la identidad, disfrazarnos y adoptar nuevos roles sin miedo a ser juzgad@s. Pero, más allá de la fiesta, en nuestra vida diaria también llevamos puestas máscaras, aunque no sean de purpurina y lentejuelas.

En psicología, hablamos de «máscaras» para referirnos a esos roles que adoptamos según la situación, como mecanismo de defensa o para encajar en determinados entornos. Muchas veces, sin darnos cuenta, usamos estas máscaras para ocultar emociones, protegernos o incluso manipular la percepción que los demás tienen de nosotr@s.

Máscaras que tod@s usamos

Por ejemplo, la «máscara del fuerte» la llevan esas personas que aparentan ser inquebrantables, cuando en realidad pueden estar llenas de miedos e inseguridades. O la «máscara de la simpatía», que utilizamos cuando exageramos nuestra amabilidad para evitar conflictos y esconder lo que realmente sentimos.

Otra muy común es la «máscara del perfeccionista», que nos hace sentir la necesidad de hacer todo impecable, a menudo para evitar la crítica y sentirnos valios@s. Pero esta, como muchas otras, puede acabar generando agotamiento emocional.

También encontramos la «máscara del indiferente», esa que adoptamos cuando fingimos que algo no nos importa, cuando en realidad lo que buscamos es ocultar nuestra vulnerabilidad. O la «máscara del éxito», que nos lleva a definirnos por nuestros logros profesionales o materiales, buscando reconocimiento y validación externa.

¿Cuándo se vuelven un problema?

Llevar estas máscaras no siempre es negativo. A veces, usarlas de manera consciente y puntual nos ayuda a afrontar determinadas situaciones, como cuando un ponente se pone la «máscara de seguridad» para hablar en público. El problema surge cuando estas máscaras se vuelven permanentes y terminamos por olvidar quiénes somos en realidad.

Muchas personas llegan a terapia sintiendo un gran vacío interno, sin saber por qué. Y en muchos casos, la razón es que han vivido tanto tiempo bajo una máscara que han perdido el contacto con su verdadera identidad.

El carnaval como espejo de nuestros deseos

Curiosamente, en carnaval nos atrevemos a explorar aspectos de nuestra personalidad que quizá no mostramos en el día a día. Una persona tímida podría disfrazarse de alguien extrovertido, como una manera de probar cómo se sentiría en ese papel. O alguien podría elegir un disfraz de jueza, pirata o bandido, simbolizando deseos internos de autoridad, rebeldía o transgresión.

Incluso hay quienes aprovechan el carnaval para experimentar con su identidad de género, disfrazándose de una manera que normalmente no se atreverían. Y esto es válido, porque a través del juego y la simbología de los disfraces, podemos descubrir facetas de nosotr@s mism@s que estaban ocultas.

Quitarse la máscara

El reto está en identificar cuándo una máscara nos ayuda y cuándo nos está limitando. Preguntarnos qué papel estamos representando en cada momento y si lo hacemos por elección propia o por miedo al rechazo.

El autoconocimiento es clave. Permitámonos explorar nuestras emociones sin miedo y recordemos que la autenticidad, aunque a veces nos haga sentir vulnerables, también es la forma más genuina de conectar con l@s demás. Así que, cuando acabe el carnaval y guardemos los disfraces, pensemos en cuáles de nuestras máscaras diarias queremos seguir usando… y cuáles ya es hora de dejar atrás.

¡Escucha aquí!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies